Ernest Hemingway (1899-1961)



A un gran matador tiene que gustarle matar [...].
Debe [...] sentir placer matando; no simplemente la satisfacción de haber puesto en juego su habilidad con la muñeca, su ojo clínico, o su destreza para manejar su mano izquierda mejor que los otros [...], sino que debe saborear una satisfacción espiritual en el momento de matar.
Matar con limpieza y de manera que proporcione placer estético y orgullo ha sido siempre una de las grandes satisfacciones de toda una porción de la raza humana. Pero [...] tenemos muy pocos testimonios escritos de la verdadera alegría de matar. Uno de los mayores placeres que existen, [...], es el sentido de rebelión contra la muerte que experimenta el que la administra. Una vez que se ha aceptado la regla de la muerte, "no matarás" es un mandamiento fácil de respetar; pero cuando un hombre se siente en rebelión contra la muerte, experimenta un placer asumiendo él mismo uno de los atributos divinos, el de darla, y éste es uno de los sentimientos más profundos que puede experimentar todo hombre capaz de experimentarlo. Son cosas, desde luego, hechas con orgullo, y el orgullo es un pecado cristiano y una virtud pagana. Pero es el orgullo el que hace la corrida de toros y es la verdadera alegría de matar la que hace al gran matador.

No hay comentarios: