Lo mejor del año 2019


Aprovechando la cuarentena, os dejo mi tradicional lista con lo mejor del año pasado en cuanto a cine, series, lecturas y demás, que si no me pasará como el año pasado y no lo haré hasta finales de julio. Hay algún film que aún tengo pendiente y que podría gustarme bastante (EL FARO, LO QUE ARDE, DOGS DON’T WEAR PANTS, EL TRAIDOR, THE BEACH BUM, THE FAREWELL, SEBERG –bueno, esta última un poco menos (por cierto, también tengo muchas ganas de ver CATS por puro masoquismo fílmico)–…), y también alguna serie, pero qué se le va a hacer… si esperase a verlo todo me pondría con la lista con el año prescrito. Y además, por algo está el huequito en la fotografía que adjunto.
Este año no me voy a esforzar en ser breve, ni en extenderme: saldrá como salga (flashforward: vengo del futuro para deciros que han sido 10 páginas de Word en Calibri 11 –el que avisa no es traidor–). Así que allá vamos.
2019 fue un año bastante movidito, pero como suelo hacer siempre, he aprovechado al máximo mis ratos muertos para abordar todos los libros, películas y series que he podido. Por el camino, eso sí, se perdió la saludable costumbre del “Martes de cine clásico”, que espero volver a recuperar algún día. 
En cuanto cine se refiere, tuvimos una cosecha excelente. Las obras maestras no son algo habitual en el cine, pero las películas sobresalientes tampoco. E incluso el crítico más exigente debería reconocer que este año ha habido obras, si no sobresalientes, al menos realmente notables. De hecho, fuera del podio han quedado una serie de películas (JOKER, MUJERCITAS, EL IRLANDÉS…) a las que les voy a dar algo de caña, sin que ello signifique que no me parezcan films realmente notables que cualquier otro año más flojo incluso hubieran podido estar en el podio.
Pero bueno, después de la purga, el clásico top cinco me ha quedado así:

TOP PELÍCULAS (por orden alfabético):

- AD ASTRA.


James Gray es la polla. Su dupla criminal La noche es nuestra/La otra cara del crimen, Two Lovers (quizás la segunda mejor película de amor del nuevo milenio –porque a ¡Olvídate de mí! no le gana nadie–), Z. La ciudad perdida y su rollito Joseph Conrad… sin duda, estamos ante uno de los directores en activo más interesantes que hay. Sin embargo, el trailer de Ad Astra (o “a las estrellas”, expresión latina sacada de una frase de Séneca) no me despertaba demasiada curiosidad. Craso error. En esta nueva peli, el espíritu de Joseph Conrad se mantiene, trasladándose aparentemente hacia el espacio exterior. Y digo aparentemente porque tras ver el film descubres que lo de menos es el escenario que rodea al protagonista. Porque el viaje de Ad Astra es un viaje interior. De los que dejan huella. El film no se merece un diez, lo reconozco, porque hay una serie de detalles que desvirtúan el conjunto (SÍ, EL MONO –entre otros–), probablemente impuestos por la productora (algo que el propio James Gray deja entrever en algunas entrevistas promocionales); y el guion también flojea en ciertos aspectos. Pero el clic que sentí con esta película fue tal que un diez le casqué y con él sigue en Filmaffinity (si no sabéis lo que es “el clic”, os remito a David Foster Wallace –que además de explicar a la perfección el fenómeno es un géiser de clics al nivel de su (y mi) admirado Albert Camus–). Y por cierto: no soy de regalar “mis dieses” (el anterior lo di en 2013 –sí, llevaba seis años sin poner un diez a una película–). Solo puedo concluir diciendo que menos mierdas rollo Interstellar y más Ad Astras, por favor (por si alguien no entiende la diferencia entre ellas, es la diferencia que existe entre escuchar a Anne Hathaway decir que “el amor es la única fuerza que puede romper los límites del espacio-tiempo” y observar a Brad Pitt aceptando con resignación que no hay nada ahí fuera, pero que quizás podamos encontrar cierta salvación a través del amor, única fuerza que nos permite compartir y sobrellevar con dignidad el sinsentido de la vida).

- ÉRASE UNA VEZ EN HOLLYWOOD.


Personalmente, sigo la trayectoria fílmica de Tarantino con interés, pero sin verdadero entusiasmo. Sus mejores films (Reservoir Dogs y Pulp Fiction) ya tienen más de un cuarto de siglo (¡pero qué viejos somos, joder!), y de toda su obra posterior me quedo con barrabasadas como Death Proof antes que con otros experimentos (supuestamente) más serios. Sus dos últimas películas, Django desencadenado y Los odiosos ocho, me habían parecido flojísimas (sobre todo la primera, ridícula y torpe a más no poder), y, si bien comparto esa filosofía tarantiniana sobre el poder del cine para cambiar la realidad a su antojo, creando un universo alternativo más cálido donde poder resguardarse, el asesinato de Hitler en Malditos bastardos me pareció un frivolidad que banalizaba la Segunda Guerra Mundial en general y el nazismo en particular (imaginad por tanto lo que diré sobre la vomitiva Jojo Rabbit unos párrafos más adelante). Por ello, considero mucho más acertada la aplicación práctica de esta filosofía en Érase una vez en Hollywood. La propia trama, ambientada entre el final de la época de los estudios en Hollywood y el comienzo de la nueva era, lo pide mucho más. Y el efecto catárquico del lanzallamas y la carnicería final es mucho más satisfactorio y reconfortante que en Malditos bastardos. Además, deben aplaudirse los riesgos tomados por el director a estas alturas de su carrera, saliéndose de su cocktail habitual pero manteniendo a su vez gran parte de sus obsesiones (¡pies everywhere!), y diseñando una historia que cualquier imbécil podría llegar a tachar de machista, misógina o conservadora. Si bien es la única película de las cinco que ha estado a punto de no entrar en el top en favor de otras, no puedo negar que guardaré en mi memoria ese precioso plano final con grúa de Dalton acudiendo a casa de Sharon Tate. Así sí Tarantino, así sí.

- EL HOYO.


Justa ganadora del Premio a mejor película en mi adorado Festival de Sitges, aunque (como era previsible) ignorada en los desnortados premios Goya, que dieron preponderancia a naderías como La trinchera infinita (de Dolor y gloria o Mientras dure la guerra no digo nada, que son bastante dignas), El hoyo es, indiscutiblemente, la mejor película fantástica española desde la estupenda REC, que ya cuenta con más de una década. Parece mentira que estemos ante una ópera prima, porque el depurado estilo visual de Galder Gaztelu-Urrutia, su director, parece fruto de años de aprendizaje, amén de su capacidad para hacer que se sienta grande una película (presupuestariamente hablando) pequeña. También merece la pena destacar cómo consigue evitar en lo formal ese tufo característico a “producto español” (del que otras obras audiovisuales –inexplicablemente– aplaudidas como La casa de papel no logran desprenderse ni un segundo), mientras reivindica a su vez ciertos aspectos característicos de nuestra idiosincracia, como el quijotismo (la cita de Cervantes da muchas claves para entender la película) o un esperpento que frisa lo verbenero (que conste que esto lo digo para bien –soy fan a muerte de Jamón, jamón o La comunidad–). Espero que nadie sea tan limitado como para entender su trama con una mera alegoría trasnochada de la lucha de clases, como la de Snowpiercer o similares, con las que muchos críticos están estableciendo equivocados paralelismos. Puesto que frente a tesis unidireccionales e infantilizadas en la que los ricos son muy malos y los pobres siempre víctimas (algo que la fantástica PARÁSITOS también ha sabido evitar), El hoyo va mucho más allá. Su inteligente premisa plantea, recordemos, que un mes puedes estar en la planta octava con la mesa llena de comida y el siguiente en la doscientos cuarenta teniendo que matar y comerte a tu compañero. Así que el Hoyo no SOLO apunta hacia arriba. Apunta hacia todos nosotros. O en palabras de su director: “El ser humano es, en mi opinión, una especie miserable. La película habla de luchar contra lo que somos de nacimiento: una bola de egoísmo que llora y llora y pide y pide”. Una reflexión que viene que ni pintada en estos tiempos de cuarentena que nos están tocando vivir. El final de la película, clara y arriesgada apuesta hacia la abstracción, quizás no sea un broche redondo, pero sin duda era la salida más airosa. Y mucho más digno que cualquier cierre facilón-reconfortante. Porque lo importante de esta película no es su respuesta, sino las preguntas que nos plantea. Sin duda, la mejor película española desde La isla mínima. Espero ansioso el próximo trabajo de este prometedor director.

- MIDSOMMAR (entrada en La Bobina, aquí).


No, no me gustó Hereditary. Por la misma razón que no me gustó La bruja. El verdadero terror no se encuentra en lo fantástico, sino en ese vecino que siempre saluda pero guarda en su frigorífico dos cabezas humanas. O al menos, ahí está para mí, agnóstico recalcitrante. Siempre he pensado que en el muy hipotético caso de que un día se me aparezca un fantasma, supondrá una fuente de puro gozo existencial para mí, incluso aunque dicho ente viniese con la única intención de descuartizarme y arrastrarme a los infiernos. Porque la visita asesina de ese espectro sobrenatural solo podría significar una cosa: que hay algo más después de la muerte. Y esa es la mejor noticia que nadie podría darme. Desde ese punto de vista, entenderéis que el terror de Midsommar me parezca mucho más efectivo, por real, que el de Hereditary. Técnicamente, el trabajo de Ari Aster sigue siendo impecable (ese giro de cámara de 180 grados en la carretera…), pero donde en Hereditary arqueaba una ceja aquí se me anuda el estómago. Ayuda y mucho ese clima sectario enfermizo, de horror folk a lo The Wicker Man (la buena, no el desastre con Nicolas Cage al frente), alucinógeno, pausado y (sorprendente y meritoriamente) luminoso, así como la excelente (por desagradable) actuación de Florence Pugh (gran año para esta actriz –en Mujercitas también se sale–). Igualmente suma en cuanto a desagrado cierto mensaje hembrista implícito bastante amigo de la aniquilación de “lo masculino”, mucho más sutil, todo hay que decirlo, que en la macarrada de The Wild Boys (mi peli favorita del año pasado). Con escenas tan potentes como la orgía ritual o su potentísimo e incómodo final, Midsommar tiene asegurado un hueco entre los futuros clásicos del cine de terror.

- PARÁSITOS.


El bombazo del año. Y la verdad: ¡ya era hora de que el cine surcoreano llegase al gran público! Porque señores, si todavía no se habían enterado de la potente cinematografía de Corea del Sur, llegan con tres lustros de retraso. Oldboy, de Park Chan-wook, nos abrió hace tiempo los ojos a muchos cinéfagos, y desde entonces hemos estado disfrutando como enanos. La trilogía de la venganza de Park Chan-wook, de la cual Oldboy es su segunda parte, The Chaser de Na Hong-jin, la reciente Burning, de Lee Chang-dong, basada en un cuento de Murakami, I Saw the Devil o Dos hermanas, de Kim Jee-woon, cualquier peli de Kim Ki-duk, Train to Busan, de Yeon Sang-ho, El hombre sin pasado de Lee Jeong-beom o el A Hard Day de Kim Seong-hun, por decir algunas, son películas que debería haber visto todo el mundo (así que ya sabéis, que ahora no será por tiempo).
El director de Parásitos, Bong Joon-ho, tampoco es precisamente un novato. Conocido por la mayor parte de los cinéfilos desde Memories of Murder, una especie de Zodiac a lo coreano (es decir, muy loco), yo lo descubrí un pelín más tarde, con la marciana y muy recomendable peli de monstruos titulada The Host. No obstante, con Parásitos ha conseguido su mejor película hasta la fecha. Parásitos es una obra sencillamente redonda, donde el guion y la composición de los planos maridan a la perfección. Un trabajo de orfebrería en el que la imagen tiene una fuerza inusitada para trasmitir lo que quiere contarse, algo que debería exigirse a toda obra audiovisual, pero que muy pocos films consiguen con tal virtuosismo (llegó a recordarme al cine mudo). Por destacar su eficacia, hasta la propia casa en sí, diseñada para la película, es un elemento narrativo más. Y qué decir de su mensaje, afortunadamente alejado del maniqueismo de Snowpiercer (algo de lo que debería tomar nota el Joker de Todd Phillips). En fin. Resulta muy difícil hablar de obras maestras, así que no me extenderé más. Fue el Oscar a mejor película más merecido en años. Probablemente algún día realizaré un análisis fílmico pormenorizado de esta obra, porque lo merece, pero este no es el momento. Podéis ver mil vídeos en Youtube donde os explicarán la separación de los personajes en el plano, el uso del arriba y el abajo (¡hasta el váter se encuentra a más altura que los protagonistas!), la función narrativa de elementos como la piedra (o “suseok”) y mil detalles más que os permitirán valorar esta obra en su justa medida. Pero antes de pasar a otra cosa, quedémonos con este momento: la tormenta. Y lo distinto que se vive un mismo hecho desde una mansión y un semisótano.



Creo que este año me ha quedado una selección más canónica que la del pasado, porque a algunos premios les ha dado por secundar mi criterio, pero explicaré no obstante el porqué de algunas ausencias. JOKER. A Joker le pasa lo contrario que a UNCUT GEMS. Me explico: Uncut Gems es un film tan bueno (realmente bueno, de verdad –no conocía a los hermanos Safdie, pero en cuanto vi su peli me volví loco hasta conseguir sus anteriores trabajos (Good Time, Heaven Knows What, Go Get Some Rosemary) para vérmelos en una sesión maratoniana–); repito, es un film tan bueno que consigue hacernos creer viendo a Adam Sandler que estamos ante un gran actor. Pues bien, en Joker el trabajo de Joaquin Phoenix es tan jodidamente espectacular que consigue hacernos creer que estamos ante una gran película. Pero lo cierto es que su mensaje ambiguo a la par que simplista, ciertos momentos de efectismo barato y sus exigencias desmesuradas en cuanto a la suspensión de la incredulidad en momentos clave de la película (como el cara a cara con De Niro en ese talk show donde el realizador no decide cortar la emisión ni aunque rocíen de ántrax a los espectadores) me hacen ver al emperador desnudo. Quizás podría comprar esa versión de que todo es una paranoia del prota a partir de un determinado momento de la película, pero debería darle antes un segundo visionado para comprobar si realmente hay pistas que apoyen esa tesis. De momento, queda fuera del podio. Y en cuanto a Jokers, la visión de Nolan me sigue pareciendo superior (porque El caballero oscuro es una película en la que incluso sus “fallos” la hacen más grande –teoría que he explicado en otras ocasiones y no me apetece volver a explicar (el resumen sería que Nolan asume el papel de Batman y como tal nos engaña con falsas esperanzas de barcos que no explotan) –).
EL IRLANDÉS sí que me pareció una decepción, la verdad. Todas las películas de gángsters hechas por Scorsese antes que El irlandés son mejores. Y punto. Y en cuanto al puntito religioso sobre la pérdida, la soledad y el sentido de la vida del final pues ya teníamos Silencio, que iba un poco de lo mismo y era mejor. Así que para qué. Siendo magnánimo, puedo aceptarla como una digna coda a su cine mafioso, entrelazada con sus fuertes inquietudes religiosas (para quien no lo sepa, Scorsese no deja de ser un cura frustrado –durante su juventud fue a un seminario y estudió para serlo–); desde luego, es una vejez más digna que la bochornosa senectud de De Palma (NO vean DOMINO), e incluso que la de un Clint Eastwood al que ya empieza a fallarle el pulso (aunque ahora firmaba para estar así a mis 89 –lo cual no quita para que Richard Jewell la vaya a ver Rita la cantaora–), pero de ahí a ponerla entre lo mejor del año pues como que no. Mención aparte merece su execrable CGI, que me arruinó el visionado del film desde el primer minuto, verdadero talón de Aquiles de un Scorsese incapaz de utilizarlo sin producir bochorno (ya era lo peor de la por otra parte muy reivindicable La invención de Hugo). Tener que ver a un De Niro robóticamente rejuvenecido con carita de videojuego de la Playstation pulular por la pantalla con cuerpo y andares de viejo es una experiencia por la que espero no volver a pasar.
Empiezo a acortar un poco que si no me va a salir la Biblia. MUJERCITAS es muy muy buena, y si no está en mi top es por mi aversión a todo lo que me recuerde mínimamente al “cine de tacitas”, pero creo que tiene el mejor final que he visto este año (la metalectura que ofrece me pilló tan de sorpresa que casi me voy del cine haciendo la ola). ¿No saben qué es el cine de tacitas? Pues bien, pónganse DOWNTON ABBEY y lo entenderán, aunque corran el riesgo de estar vomitando a la media hora, tras tanto asqueroso servilismo de tropecientos chupapollas que obtienen su autorrealización y encuentran el sentido de la vida preparándole una puta tarta a la Reina, todo ello aderezado con una buena guarnición de reprimido comportamiento british. HISTORIAS DE UN MATRIMONIO no es tan buena, pero cuenta con la escena más divertida (sí, divertida) de este año: la visita de la evaluadora a la casa de Adam Driver. Otra peli, por cierto, con el síndrome Joker: sus actores consiguen que parezca más buena de lo que es. De 1917 diré que, tras su primer y único fundido a negro, todo va cuesta abajo (una verdadera lástima). Y RETRATO DE UNA MUJER EN LLAMAS me encantó.
2019 también fue un gran año para el cine español. DOLOR Y GLORIA no es lo mejor de Almodóvar, ni siquiera lo mejor del último Almodóvar (prefiero Los abrazos rotos, e incluso La piel que habito), pero sin duda es una película honesta y sincera, de las que llegan. Y aplaudo la objetividad de Amenábar en MIENTRAS DURE LA GUERRA (nunca creí que fuese capaz de tal cosa). Aunque donde realmente lo petamos, hoyos aparte, fue en la animación. KLAUS es una absoluta maravilla que merecía el Oscar por encima de todos sus rivales, y BUÑUEL EN EL LABERINTO DE LAS TORTUGAS también me gustó bastante (y me animó a revisionar Los olvidados), si bien creo que el Goya debería habérselo llevado la primera. ¡Y se me olvidaba! Otra sorpresa muy recomendable fue VENTAJAS DE VIAJAR EN TREN (sin duda, la peli española más bobinopandoriana del año –quien me entienda, ya sabe a qué atenerse–). Sé que hay más (como QUIEN A HIERRO MATA –nada del otro mundo, sin ser mala tampoco–), pero me canso y no hay mucho que decir sobre ellas.
Bajando un poquito más el nivel tendríamos GLASS, que si bien no es la octava maravilla del mundo tiene un final tuerceculos marca de la casa Shyamalan al que doy mi ok, INFIERNO BAJO EL AGUA (muy estimable, sí, pero que no se me flipe tanto Tarantino –¡la puso en su top 3 anual!–), NOCHE DE BODAS (de la cual diré que dentro del género “liadas en casoplones” que acabo de inventarme, me gustó más –por loca– que la entretenida pero un poco facilona y demodé KNIVES OUT), DÍA DE LLUVIA EN NUEVA YORK (Woody Allen haciendo lo de siempre –por mí, perfecto–), ¿DÓNDE ESTÁ MI CUERPO? (que no me gustó tanto como a todo el mundo, lo cual no implica que no me parezca notable), MUÑECO DIABÓLICO (superior a la original), EL HIJO (su –inesperadísima– carga gore la hace bastante mejor de lo esperado)… buf, me empiezo a cansar.
Si siguiéramos bajando un poco, nos encontraríamos con DOCTOR SUEÑO (que dicen que como adaptación es mejor que El resplandor –os aseguro que no me voy a leer ninguna de las dos novelas para comprobarlo–, pero como Kubrick se folla a Stephen King, estuvo en su derecho de hacer lo que quiso, y lo que quiso fue algo mil veces superior a Doctor Sueño), el cierre de AVENGERS (soy un chico fácil: me metes viajes en el tiempo y ya me tienes), IT 2 (está bien, pero es que es lo puto mismo que la otra), GUNS AKIMBO (el director de Deathgasm sigue igual de macarra, pero tampoco es que invente la Coca-Cola) y algún guilty pleasure como SCAPE ROOM (únicamente salvada por mi frikismo escapista) o EL ARTE DE VIVIR BAJO LA LLUVIA (he de confesarlo: el cine con perretes me gana al nivel viajes en el tiempo).
Tras estas, ya empezaríamos a hablar de decepciones, como la (espero que) última de RAMBO (ridícula –ver a Stallone repartiendo estopa está al nivel del De Niro CGIero en cuanto a cringe–), LOS MISERABLES (a la que compro su tenso y vertiginoso ritmo Uncut Gems style, pero… es que Uncut Gems tenía una cosita más: un final –de hecho, un fantástico final–), LOS DOS PAPAS (A.K.A la doble fellatio de Meirelles en el Vaticano), TERMINATOR: DESTINO OSCURO (ni la viagra jamescameroniana logró enderezar el asunto, pues ya no hay Dios que levante esa saga –recordemos que por ella pasó Emilia Clarke, que es el caballo de Atila de las franquicias (leí que quería entrar en el universo Marvel –GRACIAS, EMILIA–)–), I AM MOTHER (nadería con ínfulas), EL SÓTANO DE MA (nadería), COLOR OUT OF SPACE (mucho colorido y pocas nueces), BOOKSMART (Supersalidas sin gracia) y qué sé yo. Dejémoslo ya: pasemos a hacer sangre.

Antes de entrar a rebuscar entre la basura, quiero destacar que este año he sido fuerte y he intentado no acercarme a productos que hediesen a kilómetros o cuyo simple trailer ya me produjese hastío, por lo que he evitado cositas como El rey león, Rocketman, Le Mans ’66, Toy Story 4, Judy o Capitana Marvel. Pero por desgracia no puede esquivarse para siempre el desastre; por ende, he aquí mi TOP DECEPCIONES (y no me refiero a la basura que me esperaba –como 3 FROM HELL (Rob Zombie lleva en coma cinematográfico desde Los renegados del diablo) o LARGO VIAJE HACIA LA NOCHE (la peli en plano secuencia menos justificada de la historia del cine –en eso a 1917 no tengo nada que reprocharle (y sí, sé que Bi Gan tiene solo 30 años –y se nota–, pero es que no estoy dando un galardón al mejor Director novel –galardón que tampoco le daría–)–)–, ni a la basura que vi de forma voluntaria y consciente –como @BUELOS (vomitiva oda liberal a la proactividad empresarial yayoflautista) o SINÓNIMOS (artefacto incómodamente pretencioso y vacío)–, ni tampoco a la que he evitado –como el ya comentado Rey León–, sino a cosas que realmente prometían o en las que tenía depositadas ciertas esperanzas y que han resultado ser mierdas de gran calibre):

- YO SOY DOLEMITE (mea culpa: Eddie Murphy siempre me ha parecido , cuasi empatado con Steve Martin, el ser vivo menos gracioso sobre la faz de la tierra –y si me asegurasen que hay vida “ahí fuera”, subiría mi apuesta al universo entero (y, si la teoría sobre los multiversos fuese cierta, a los infinitos universos posibles)–, hasta el punto de producirme asco su mera presencia y odiarlo un poquito. Pero claro, por todos los sitios se oía que este era su mejor trabajo en años y bla, y bla, y bla, y montado sobre la traicionera ola del hype me dispuse a ver su última película, para comprobar una vez más y en tan solo diez minutos –no, no fui capaz de verla entera– que el bueno de Eddie es el ser menos gracioso de los infinitos universos posibles, que me produce un asco realmente incómodo y que siempre lo odiaré).

- STAR WARS IX: EL ASCENSO DE SKYWALKER (en cierto modo, es meritorio que una película de la que esperaba tan poco me haya decepcionado de esta forma, pero tras los –acertadísimos– riesgos tomados por Rian Johnson en la fallida pero infinitamente superior Los últimos Jedi, había recuperado cierta confianza en esta saga y en su capacidad de mostrarnos algo nuevo. Por suerte, regresó J. J. Abrams para recordarme que Disney es una simple fábrica de salchichas. Hay que reconocer que Star Wars en su conjunto está bastante sobrevalorada, y que salvo por El imperio contraataca es difícil defenderla con argumentos puramente cinematográficos, más allá de su importancia historiográfica por el –nefasto– cambio de paradigma que implantó en los estudios de Hollywood debido a su espectacular rendimiento comercial, pero es que lo de la nueva trilogía no tiene nombre –hace buena a la segunda trilogía de Lucas (¡casi nada!)–. El ascenso de Skywalker es en realidad el ascenso del fandom, un triunfo total de la mediocridad y del artista subordinado a lo que el público desea –cuando todos sabemos que el público es idiota (sobre todo, el de Star Wars), y que no tiene ni puta idea de lo que realmente quiere–. No me voy a molestar en desgranar esta hedionda bazofia porque no merece mi tiempo).

- NOSOTROS y VELVET BUZZSAW (empate técnico en mi –sobre la marcha inventada– categoría al Premio Julio Médem, dedicado a los directores nóveles que mejor se han follado las expectativas creadas con sus primeras obras. En el caso de Jordan Peele, con Nosotros, y en el de Dan Gilroy, con Nightcrawler, que si no recuerdo mal estuvieron en mis top cinco de sus respectivos años. Y ahora me vienen con esto. Respecto a Peele, entre Nosotros –que cuenta con el dudoso honor de presentar el final más vergonzante, chapucero y forzado de este año– y la nefasta e innecesaria revisión televisiva de The Twilight Zone ha demostrado sobradamente que estamos ante un patán del que no esperar nada, al que se le alinearon los astros haciendo Déjame entrar. Con Gilroy, sin embargo, todavía albergo alguna esperanza. Quiero creer que Velvet Buzzsaw es una especie de broma que no he conseguido entender).

- YESTERDAY y LOS MUERTOS NO MUEREN (empate técnico en mi –también sobre la marcha inventada– categoría al Premio Jack, dedicado a directores que respeto pero que de vez en cuando te salen con una mierda del tamaño de las Torres KIO –lo de Jack va por la peli Jack, de Francis Ford Coppola (¿no os suena? Pues qué afortunados sois)–. Danny Boyle debe tener el ojete bastante lastimado, porque ya nos ha plantado alguna que otra torre durante su carrera, pero Yesterday es sin duda su mejor mojón. Y quiero pensar que la de Jarmusch es también otra broma peculiar a lo Velvet Buzzsaw, y que soy yo que estoy idiota y no entiendo nada).

- JOJO RABBIT (finalizamos con la película más ofensiva del año, que combina la insensatez de presentar como víctimas protagónicas de la cuestión nazi a los alemanes, ya planteada en la asquerosa El niño del pijama de rayas –dejando a los judíos en segundo plano sin ningún tipo de reparo–, con la desafortunada apuesta por la comedia ya sufrida en aberraciones bienintencionadas como La vida es bella. No soy defensor de la máxima godardiana de que el travelling sea una cuestión moral, ni de que la única representación posible sea el Shoah de Claude Lanzmann. El hijo de Saúl me pareció igualmente digna, y creo en aproximaciones mainstream como La lista de Schindler. Es más, hasta compro la apropiación de “lo nazi” por la cultura popular, como arquetipo del malvado total, incluso cuando degenera en locuras pulp del calibre de Ilsa, la loba de las SS. Pero con lo que no puedo es con tonterías con olor a moralina que buscan el pin del concienciado banalizando flagrantemente lo que supuestamente pretendían denunciar. Quien quiera abordar con seriedad el asunto, que acuda a Lanzmann o lea a Primo Levi si quiere (QUÉ COÑO, TODO EL MUNDO DEBERÍA LEER A PRIMO LEVI), y evite como el COVID-19 esperpentos a medio gas como la infecta y asquerosa Jojo Rabbit. Iba a terminar ya, pero no puedo… es que imaginad al payaso de Taika Waititi en su yate en Nueva Zelanda, tocando el ukelele mientras se le ocurre la brillante idea de banalizar el Holocausto para llevarse algún Oscar a su mansión… ¿soy el único que se pone malo?).

Premio honorífico: ZEROVILLE (A.K.A. James Franco sodomizando a la mejor novela de Steve Erickson).


TOP SERIES:

- THE BOYS (divertimento fresco y gamberro y mejor serie del año con diferencia –también me parece superior al cómic de Garth Ennis en el que se basa (entrada en La Bobina, aquí)–).

- PAQUITA SALAS (gran sorpresa de los Javis, la verdad).

- BLACK MIRROR (si bien la cantidad está empezando a hacer mella en la calidad, creo que la serie de Charlie Brooker todavía mantiene el listón elevado –de esta temporada, Striking Vipers sería claramente mi episodio favorito (que una serie televisiva invente un nuevo tipo de –¿des?–orientación sexual, a caballo entre la heterosexualidad y la homosexualidad, no es algo que suceda todos los días)–).

- WATCHMEN (a estas alturas de la vida, habría que ser muy tonto para esperar algo de un producto con el sello Lindelof. Y sin embargo… si bien en momentos puntuales vuelve a dejarse llevar por la Ley lostiana de acumulación matrioskera de macguffins sin sentido, Damon consigue transgredirla lo suficiente para ofrecernos un producto francamente interesante, que no se reduce a reproducir con desatino zacksnydero el –(con razón) sagrado– cómic de Alan Moore en el que se basa. En resumen, me parece una obra que complementa bien a dicho cómic y que, a pesar de un final que podría haber sido más satisfactorio –aunque era realmente difícil dar cierre a todo lo planteado (comparado con Lost es la ostia, no obstante)–, merece ser recomendada. Aunque solo sea por capitulazos como This Extraordinary Being).

- JUEGO DE TRONOS (sí, perder la red de seguridad de las novelas de George R. R. Martin le sentó fatal a la historia, los showrunners precipitaron todos los acontecimientos rompiendo con esa cocción a fuego lento tan característica de la serie y el deus ex machina de Arya “matacaminantes” Stark es para darles de comer aparte, pero Juego de tronos contaba con un haber tan gordo a sus espaldas que ha podido soportar estas cagadas de última hora e incluso dejar un buen sabor de boca si nos detenemos a valorar la serie en su conjunto. Y siiiiiii… odiaba al personaje de Daenerys –vaya sorpresa, ¿eh?–, pues me había parecido una megalómana traidora, autoritaria, inmisericorde y sin palabra, tendente a la psicopatía, desde su época de “rompedora de cadenas” –además esa cara de boba inexpresiva que tiene, detalle en el que no entraré porque solo es un extra aportado por Emilia–. Y es que alguien empeñado en acumular más sobrenombres que Felipe Juan Froilán de Todos los Santos NUNCA será de fiar. Así que ni que decir tiene que el final de ese personaje tan nefasto me pareció una delicia, por mucho que para algunas personas con serias dificultades para sumar 1 + 1 les pareciese demasiado apresurado el despoje de su máscara, máscara que, como ya he dicho, yo llevaba viendo varias temporadas).

Decir que podría haber bautizado a este año como “el año de las series”. He visto tal cantidad que acabé empachado, hasta el punto de prometerme una estricta desintoxicación en 2020, promesa que solo he podido mantener hasta el inicio de la cuarentena. ¿Que qué vi? Pues aparte de las mentadas, SUITS (¡la serie entera!), SILICON VALLEY (última temporada –han sabido parar–), SHAMELESS (no han sabido parar), GLOW (no pasé de los tres primeros capítulos), THE TWILIGHT ZONE (ya he hablado –mal de ella–), CHERNOBYL (sobrevalorada –su subrayado ultraanticomunista me molestó hasta a mí, anticomunista convencido–), DEMASIADO VIEJO PARA MORIR JOVEN (soporífero coñazo), MERLI: SAPERA AUDE (podría haber sido peor), BONDING (podría haber sido mejor), SEX EDUCATION (chorrada con ínfulas), MODERN LOVE (intrascendencia pura), YEARS AND YEARS (basura pretenciosa –de trazo más grueso que un lápiz 8B– con un final ridículo), THE END OF THE F***ING WORLD (chorradilla formalmente correcta) y alguna otra cosa más recomendable como MUÑECA RUSA (enésima pero interesante vuelta de tuerca a la premisa del día de la marmota), LOVE, DEATH AND ROBOTS (compuesta de episodios independientes entre sí, bastante descompensados –aunque la sensación general es positiva (entrada en La Bobina, aquí)–), MINDHUNTER (bien, aunque empieza a añadir subtramas –poli lesbiana, hijo loco…– que me la sudan) o DARK (muy curiosa –coño, ¡que tiene viajes en el tiempo y multiversos! –, pero me temo que empezará a imperar la Ley lostiana en próximas temporadas). También vi RICK Y MORTY, pero la incluiré en la lista del 2020 (si no, estaría en el top 5 de este año sin ningún género de dudas –también cuenta con viajes en el tiempo y multiversos (¡y mejores!)–).


TOP LECTURAS (no son libros publicados en 2019, sino leídos por mí durante 2019 –por cierto, sigo leyendo como un energúmeno (ni más ni menos que 35 libros), y este 2020 la cosa está yendo a más–):

- Los libros del colectivo Homo Velamine (Free Ano!), en especial ULTRARRACIONALISMO y POST-ARTE. LA OBRA DE ARTE EN LA ERA DE LA COMUNICACIÓN DIGITAL.

- HISTORIA UNIVERSAL DEL ARTE, de E. H. Gombrich.

- EROGURO, de Jesús Palacios (deleite 100% bobinopandoriano que tengo pendiente de añadir al blog).

- La saga de Arthur C. Clarke compuesta por 2001: UNA ODISEA ESPACIAL, 2010: ODISEA DOS, 2061: ODISEA TRES y 3001: ODISEA FINAL.

- Y, finalmente, empate técnico entre EL LIBRO DE LA SALSA, de César Miguel Rondón, y EL TRAP: FILOSOFÍA MILLENNIAL PARA LA CRISIS EN ESPAÑA, de Ernesto Castro, por mostrarnos que la historia de (casi) todas las músicas comparte un nacimiento salvaje en las calles y una muerte fruto de la domesticación y apropiación por parte de la industria y las masas, transformada en un gatito de uñas limadas que ya no interesa a nadie, pues la calle ya anda gestando nuevas fieras que serán (desgraciadamente) nuevamente asimiladas/neutralizadas.


TOP MÚSICA:

Sigo con el trap (destacar los directos de Cupido, La Zowi, Marcelo Criminal, La estrella de David, Cariño, Putochinomaricón, Carolina Durante y Aviador Dro).

¡Eso ha sido todo! Al año que viene más no sé, pero se intentará que igual o mejor.

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